Expolio, usurpación y desamortización
  La Ley presentada en el Congreso de los Diputados sobre 
Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local supone la 
aniquilación de las entidades locales menores y la Ley de Ordenación, 
Servicios y Gobierno del Territorio de la Comunidad de Castilla y León 
pretende la concentración de servicios en unidades supramunicipales y la
 resurrección in excelsis de las Diputaciones Provinciales.
       
  Valentín Cabero
  - Catedrático Geografía. Universidad Salamanca
 Nuestra Comunidad Autónoma de Castilla y León camina hacia la ruina 
total. La debacle demográfica ha sido puesta de relieve una y otra vez, 
sin que la   Agenda   de la Población
 de la Junta de Castilla y León haya sido capaz de dar respuestas 
positivas. Hasta ahora todo ha sido retórica política. ¿Qué decir de la 
catástrofe financiera que estos días ha llegado con los retales de  Caja España-Caja Duero
 al corazón de la ciudad de León, y deja llenos de rabia y pesimismo a 
miles de honestos y honrados ciudadanos? ¡Qué decir de los recortes y 
pérdida de autonomía de nuestras universidades publicas frente al 
creciente poder y generosidad con las privadas!
 La 
política neoliberal y tecnocrática que estamos viviendo bajo el discurso
 de los recortes, de la austeridad, de la racionalidad y del socorrido  mantra
 de la sostenibilidad esconde a verdaderos lobos y lobeznos cubiertos 
con pieles de ovejas y de corderos. Cubiertos eso si con un manto 
legislativo que busca adueñarse de las joyas ambientales, de los 
recursos forestales, de los dominios pratenses, de las reservas 
hídricas, de los yacimientos mineros, etc. que nos quedan, y que son 
señas de identidad y de referencia común. De momento, y aprovechando la 
crisis o justificando “la consolidación fiscal como máxima prioridad”, 
dos instrumentos legislativos se han puesto manos a la obra para 
derrumbar definitivamente el armazón de las estructuras locales más 
antiguas y reconocidas, y para arramblar con sus pertenencias y recursos
 más valiosos.
 Por un lado, la Ley presentada en el Congreso de los Diputados sobre   Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local supone la aniquilación de las entidades locales menores, y por otro lado, la Ley de  Ordenación, Servicios y Gobierno del Territorio de la Comunidad de Castilla y León pretende la concentración de servicios en unidades supramunicipales y la resurrección  in excelsis de las Diputaciones Provinciales. De la comarcalización nada se dice.
      Fachada de la Diputación Provincial de Salamanca. /J.S.
    
 Menos mal que las asociaciones de 
entidades locales menores se han puesto en movimiento, redescubriéndonos
 los valores y ventajas de su presencia y gestión en el territorio, y 
denunciando cómo los intereses desamortizadores y las aves de rapiña de 
la privatización sobrevuelan sobre nuestros paisajes y nuestras tierras 
preñadas de memoria, de esfuerzo colectivo y de riquezas para el futuro.
 Mientras tanto, el partido de la oposición sigue en Babia y perdido por
 los Cerros de Úbeda.
 Recordemos que en Castilla y 
León de los casi 2 millones de hectáreas forestales gestionadas por la 
Comunidad Autónoma, 1.664.206 hectáreas son montes catalogados de 
Utilidad Pública pertenecientes a las entidades locales. Sobre estos 
recursos el expolio y las usurpaciones son ya visibles. El 20% de esta 
superficie está contratada por la Consejería de Medio Ambiente, y las 
dentelladas que se avecinan sobre estos bienes serán mayúsculas de 
materializarse las amenazas previstas y puestas en marcha. El traspaso 
de las Entidades Locales Menores a los municipios es el primer paso, y 
vaciarlas de competencias, el segundo. La despoblación ya hizo su labor 
de zapa y de erosión territorial. Ahora llega la almoneda y la subasta.
 Recuerdo aquí y ahora las palabras escritas por Francisco Tomás y 
Valiente, presidente en su día del Tribunal Constitucional y vilmente 
asesinado por ETA, cuando nos señalaba en 1974 en una magnífica lección 
quienes eran los compradores y beneficiarios de las sucesivas 
desamortizaciones del siglo XIX: “ En primer lugar, un 
puñado de negociantes… de profesionales de las subastas, de 
especuladores o acaparadores más o menos escrupulosos o tramposos, 
hombres a quienes no ofenderíamos calificando de oportunistas. En 
segundo lugar, grupos típicamente burgueses de comerciantes, abogados, 
funcionarios (con frecuencia titulares de cargos burocráticos 
responsables de la aplicación de la legislación desamortizadora), 
industriales y políticos…”. 
 Junto a estos 
protagonistas podemos indicar también la presencia de grandes 
hacendados, de algunos nobles, y de muy pocos, poquísimos campesinos.
 Traslademos estos datos, estas figuras del inmediato pasado, al momento
 actual, y hagamos una hipótesis acerca del futuro de nuestros bienes 
comunales y del patrimonio público. ¿Quiénes serán los nuevos 
acaparadores y beneficiarios en la nueva desamortización del siglo XXI 
realizada bajo la bendición de una legislación y ordenación que priva a 
los pueblos de sus derechos y propiedades históricas? Me atrevo a 
señalar, en palabras de Cervantes y Quevedo, a los bellacos, malandrines
 y tramposos de nuestros días: a los defraudadores amnistiados por 
Montoro, a los empresarios vinculados a la CEOE y protegidos por la 
administración, a los burócratas instalados en los altos intersticios 
del poder, a los constructores con dinero negro, negrísimo, agazapados 
ahora en los escondrijos de la crisis, a las corporaciones industriales y
 bancarias que acogen en sus consejos de administración a altos expertos
 en tráfico de influencias para pagarles los favores y “servicios” 
prestados. Muchos de ellos, con sus  cumquibus, se 
han refugiado hace tiempo en grandes cotos redondos. Muy pocos, 
poquísimos, campesinos tradicionales y emigrantes que engrosaron el 
éxodo rural se beneficiarán de esta nueva desamortización.
 Adiós a la agricultura y ganadería familiar y a las prácticas concejiles respetuosas con el medio ambiente.