La marcha del papamovil y el resto de la familia playmobil ha devuelto la tranquilidad a la capital de España después de unas jornadas en las que hubo de todo, momentos de placer, situaciones sorprendentes e instantes críticos.
Los minutos más criticos se vivieron cuando una multitud de más de 600.000 playmobils, con tendencia a perdonar el latrocinio, rodearon el Banco de España en las cercanías de la madrileña Plaza de Cibeles, por momentos cundío el pánico, las esperanzas de este país están puestas en esta institución, sino de donde leches se va pagar el rescate bancario. El Default, afortunadamente, parece ser, aunque está sin confirmar, qué sólo llegó a los 60 millones de euros, que dios los tenga en la gloria y no en el JP Morgan o el Banco Santander.
Los momentos de placer alcanzaron su punto álgido en el momento de la comunión, mientras cientos de curas repartían papeles blancos para chupar, cientos de policias repartían hostias a asgaya, hacía tiempo, décadas, que no se veía tanta cara de satisfacción entre las fuerzas encargadas de mantener el orden y la paz, algunos asistentes no hartos de gozar ponían la otra mejilla y a algunos hasta se les saltaban las lagrimas, mientras otros, enfervorizados, aplaudían sin cesar y pedían más. La policia arrastrada pòr tanto fervor y ante los gritos de otra, otra, otra, se vío obligada a realizar varios bis. Inenarrable tanto júbilo, el mísmisimo Anders Behring Breivik hubiera disfrutado de los instantes vividos en la capital de España.
Miguel A. Valladares
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Situaciones sorprendentes sin duda las hubo, y una de las más llamativas y que hizo las delicias del público fue sin duda la buena forma demostrada por nuestras autoridades y demás políticos, todos electos y selectos, que durante un amplio espacio de tiempo ofrecieron en vivo y en directo todo tipo de ejercicios en forma de genuflexiones arrancando los aplausos y los vitores de los asistentes.
Los momentos de placer alcanzaron su punto álgido en el momento de la comunión, mientras cientos de curas repartían papeles blancos para chupar, cientos de policias repartían hostias a asgaya, hacía tiempo, décadas, que no se veía tanta cara de satisfacción entre las fuerzas encargadas de mantener el orden y la paz, algunos asistentes no hartos de gozar ponían la otra mejilla y a algunos hasta se les saltaban las lagrimas, mientras otros, enfervorizados, aplaudían sin cesar y pedían más. La policia arrastrada pòr tanto fervor y ante los gritos de otra, otra, otra, se vío obligada a realizar varios bis. Inenarrable tanto júbilo, el mísmisimo Anders Behring Breivik hubiera disfrutado de los instantes vividos en la capital de España.
Miguel A. Valladares
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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