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03 junio, 2012

OPINIÓN: DIARIO DE LEÓN

LA LIEBRE

Carretera abajo

Caballero 03/06/2012

A Riaño le pasa como a las estirpes condenadas a cien años de soledad con las que pobló Macondo García Márquez. Sus vecinos no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra, como demuestra el plan de la Consejería de Educación, que prevé suprimir la ESO y mandar a los chavales autobús abajo hasta Cistierna, o hasta León como muy cerca para que estudien internos en San Cayetano. El nuevo éxodo, ahora que se supera el cuarto de siglo desde que Felipe González vació los pueblos del valle a golpe de porra y dinamita, con el que la Junta le arrebata a la zona el relevo generacional que permita mantener abiertas más puertas que las del muro de la presa. Otra vez la aplicación del principio de la hidráulica: el agua para los de abajo y los de arriba, que se jodan.

La medida, que se pretende consumar para el próximo curso, embarcaría en más de dos horas y media de viaje a los rapaces de toda la contorna, desde Caín hacia abajo, para que pudieran sentarse en un pupitre en las aulas de Cistierna. La reinterpretación civilizada de los tránsitos que tienen que hacer el tercer mundo a pie para poder ir a la escuela. La mala suerte de quien nace donde la Junta entiende que no debe nacer, mientras a los políticos se le llenan los bolsos al tiempo que la boca con reuniones para planificar la ordenación del territorio, para debatir sobre la cohesión y la identidad. Sesiones de mesa redonda, corbata en ristre y cara larga con las que ahondar en la muerte dulce a la que han condenado hace tiempo a los pueblos con sus apuestas por concentrar riqueza en los núcleos urbanos más poblados y dejar el resto para dar un paseo los fines de semana. Cotos para el ocio y el recreo de los urbanitas, que se creen que los montes preñados de capilotes de la zona de Riaño salieron de los cuadros de Van Gogh, como esos niños de ciudad que contestan convencidos que la leche viene del tetra brick.

La realidad contrasta con las apuestas por el desarrollo rural que venden en sus discursos. Un concepto vacío más para el diccionario político que pretende edificar una realidad paralela en la que enjaular a los paisanos. Espacios vacíos condenados a ser una marca en la carretera, un recuerdo para la fiesta de agosto, un apartadero para los mayores... Sin darse cuenta de que no hay mejor escuela que la del pueblo.