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05 mayo, 2015

CARLOS CUENYA: SOBRE LA COMARCA (DONDE ESTÁ PICOS II)



SOBRE LA COMARCA (DÓNDE ESTÁ PICOS II)
 
   En el primer artículo, publicado en el número anterior de esta revista, exponía la situación creada por la Junta de Castiga a León cuando en 1994 decidió declarar como Parque Regional la Montaña de Riaño y la del Porma, y les puso falsamente el nombre de Picos de Europa. Afirmaba que no hay más Picos en León que Sajambre y Valdeón. Explicaba (o lo intentaba) el cambio fundamental que introduce la nueva Ley de Patrimonio Natural, al dejar Valdeón y Sajambre fuera del Parque Regional. Contaba que, tras esa modificación, el Regional se queda sin un solo centímetro de Picos de Europa, con lo que el cambio de nombre resulta ahora imperativo. Proponía el nombre de Parque Regional de la Montaña de Riaño y Mampodre y me comprometía a dar no menos de 10 argumentos para defender mi postura.
   Pero para ello, necesito primero hacer una reflexión sobre nuestra comarca; qué es ser comarca, porqué es importante ser comarca y dónde está (si es que aún está en alguna parte) la Comarca. Esto me ayudará a intentar explicar diferencias y coincidencias entre la Montaña Oriental, los Picos de Europa y la Montaña de Riaño. A ello dedicaré este artículo; así que, señores, vamos allá.
   Recuerdo, a mediados de los 80, cuando se hablaba de “la desarticulación de la Comarca” como una de las peores consecuencias de la ejecución del pantano de Riaño. Aquello sonaba abstracto para mucha gente. Hoy, si hiciéramos una encuesta sobre qué es y dónde está la Comarca, sería casi imposible encontrar unanimidad en las respuestas. Ese es uno de nuestros problemas más graves: nuestra desubicación territorial. Puede parecer un simplismo, pero es evidente que para decidir hacia dónde vamos, lo primero que hay que saber es quiénes somos y dónde estamos. 

     En principio, la Real Academia de la Lengua define comarca como una “división del territorio que comprende varias poblaciones”. Luego dándole la vuelta a la frase podemos definir comarca como “varias poblaciones que comparten territorio”. Compartir territorio implica también tener clima e historia similares, repito, similares. Una comarca suele también compartir economía, lo cual casi siempre significa compartir problemas; no olviden ese concepto, “compartir problemas”, porque fue determinante en el proceso de los derribos. Con todo eso junto, una comarca acaba compartiendo también cultura, costumbres y lo que pone nombre a todas esas cosas: el habla.
    Yo me atrevo a añadir que una comarca debe ser operativa, es decir, debe servir para algo ser comarca. Es fundamental también que la comarca sea reconocida como tal desde el exterior, esto es, yo me puedo cansar de decir que Prioro es Picos de Europa (como hizo Silván la vez que estuvo), y engañaré a algunos, pero es una mentira que no puede durar siempre, por la sencilla razón de que todo el que sabe lo que son los Picos de Europa sabe que Prioro no es de los Picos de Europa (ni necesita serlo, tiene atractivos de sobra). Por último, para que exista comarca, debe existir por parte de sus ciudadanos un sentimiento de pertenencia a ella (algo que a nosotros nos falta). La administración no puede inventase comarcas contra el sentimiento de sus ciudadanos (lo que hizo la Junta con las DOT) ni contra la realidad (como han hecho con el nombre de Picos de Europa), ni los ciudadanos pueden inventarse comarcas o países a su antojo.
   Sabemos que muchos de los estados más desarrollados del mundo organizan su territorio por comarcas: los Districts en Inglaterra, los Landkreis alemanes, los Counties irlandeses o estadounidenses. ¿Pero por qué es importante “ser” comarca? ¿Qué se gana “siendo” comarca? En principio, ser comarca nos hace más fuertes. Siempre tendrá mayor repercusión una petición que venga de una comarca entera que una que parta de un solo ayuntamiento. Para hacer fuerza y preocupar de verdad a los que mandan (León, Valladolid, Madrid y Bruselas) una comarca debe tener una extensión y/o una población respetables. Ahí encontramos una de las finalidades principales de ser comarca: la posibilidad de luchar juntos ante problemas comunes; y dos factores limitantes a la hora de ser comarca: la extensión y el número de población.
     Aparte de hacernos más fuertes, una ordenación territorial por comarcas sirve para prestar más y mejores servicios. Esto se hace especialmente relevante en zonas rurales de montaña. Cuando tienes la gente dispersa por un territorio amplio, difícil y alejado de zonas pobladas y capitales, no queda otra que concentrar servicios en lugares estratégicos. Entiendo que mi calidad de vida mejora si a una distancia razonable tengo un supermercado, un polideportivo, un taller, o un sitio con un poco de ambiente donde tomarme una copa. Por motivos evidentes, cuando hablamos de localidades muy pequeñas, no puede haber un instituto, un cine, una farmacia o un hospital en cada pueblo. Todos ellos son servicios que se suelen prestar si hay un centro comarcal fuerte. Y si no hay un centro comarcal fuerte, simplemente no se prestan, y hay que ir a buscar esos servicios muchísimo más lejos. No lo digo yo sólo, lo dicen las DOT de la Junta: “Las cabeceras son centros de prestación de servicios y de dinamización de los espacios rurales”. Se impone, por tanto, elegir una localidad que haga de motor y eje, o sea, de cabecera comarcal. Y ahí es donde viene el lío. ¿Por qué ese pueblo sí y el mío no? El lío es bastante gratuito porque en una zona de montaña el centro comarcal lo impone la naturaleza. El asunto es bien simple: dónde se juntan los ríos, allí está el centro. Eso no convierte a nadie en más listo o en más tonto que otro, ni es mérito ni demérito de nadie. Es una casualidad geográfica; como ser guapo o feo es una casualidad genética. Lo cierto es que una cabecera comarcal debe ser operativa, y para ser operativa debe estar, si puede ser, en mitá el medio.
   Nunca fui tan consciente de esto como durante los dos años que viví en Cangas del Narcea. “En el medio de mil montañas, que se elevan alrededor, en el medio se encuentra Cangas, como un nido de ruiseñor”, dice el himno del pueblo. El mayor concejo de Asturias; cerca de dos horas de viaje a Oviedo en sus mejores tiempos; cincuenta y cuatro parroquias, casi doscientos lugares entre aldeas y caseríos desperdigados por una geografía imposible: ni fondos de valle ni una hectárea llana. Y en el medio Cangas del Narcea. Con todos los servicios que usted pueda imaginar; entre otras cosas un hospital comarcal en el que trabajaban trescientas personas. Siempre pensé en lo que sería del concejo sin Cangas, en lo que hubiese sido de aquella comarca con Cangas borrado del mapa.
— ¿Pero no podrían poner la cabecera en otro sitio?
— Lo sentimos caballero, es que no “hay” otro sitio.
   Eso sí, Cangas entendía perfectamente su papel de cabecera comarcal. Allí no oías gilipolleces de esas de “ya vienen los de los pueblos”. Los jueves había mercado y Cangas ponía una alfombra roja a toda la gente que bajaba de aquellas montañas. La comarca sabía que no era nada sin Cangas, pero Cangas sabía que no era nada sin su comarca. En realidad no hace falta ir tan lejos, piensen en Liébana y ahora imagínenla con un pantano en medio que tapara Potes. ¿Se podría encontrar otra cabecera comarcal? Quizá sí, pero todo sería más complicado para ellos.
   Hasta aquí la teoría, pero la práctica es mucho más difícil. En España la ordenación territorial (el arma principal para prevenir las ocurrencias de los políticos) sigue siendo una asignatura pendiente y casi ninguna comunidad autónoma tiene una organización comarcal oficial. Es más, las comarcas históricas tienen a veces vocación transfronteriza y no respetan ni los límites provinciales (la Mancha, la Alcarria, la Rioja, Tierra de Campos). Quizás por eso ni el Estado ni las autonomías se han atrevido a articular el territorio en comarcas. Por eso y por la dificultad enorme que supone establecer en cada caso donde empieza y dónde acaba una comarca. No todos los casos son tan redondos como el de Liébana.
   En nuestra zona el territorio es enorme y difícil; los límites comarcales histórica y geográficamente no están nada claros; los valles son muchos y diversos (recuerden esa palabra), la Junta lleva décadas jugando deliberadamente a la confusión territorial, y el asunto incluye aspectos en los que pesan tanto lo emocional y lo afectivo como lo geográfico. La opinión de cada uno está condicionada no sólo por el sitio donde nació o reside; sino también por vivencias personales que nos hacen considerar más comarca unos lugares que otros, dependiendo de por dónde vayan nuestras costumbres y nuestros afectos. Es normal que una persona que vive en un valle considere primero como comarca a los pueblos de su valle y después a los de los valles que rodean al suyo. Es lógico que a una persona de Valdeburón le cueste percibir a alguien del valle del Tuéjar como de su misma comarca. Muchos de las valles que conforman la Montaña Oriental tendrían entidad suficiente para ser comarcas por sí mismos, el único requisito que les falta es población. La Montaña Oriental Leonesa (sobre todo en la parte norte) tiene una vocación natural centrífuga, de escapismo hacia afuera, y tras la desaparición del viejo Riaño muchísimo más: Tierra de la Reina bascula hacia Potes y Guardo, Sajambre hacia Cangas, Valdeburón hacia Asturias y el Porma, el Alto Cea hacia Palencia, etc. Yo, ante tanta duda, lo que hago es agarrarme a las pocas certezas que tengo como a clavo ardiendo.
  Históricamente, el espacio que hoy ocupa la Montaña Oriental, desde La Ercina hasta Sajambre, tiene ya un antecedente comarcal en el territorio de Vadinia y en sus habitantes, los Vadinienses (Primera certeza). Vadinia ocupaba el extremo suroccidental de la Cantabria prerromana y los Vadinienses eran una de las once tribus cántabras; por lo tanto, me atrevo a entender Vadinia como una de las once “comarcas” cántabras. Lo que es seguro es que los Vadinienses tenían mucho más sentimiento de pertenencia a un territorio común que nosotros. Lo ponían en sus lápidas: “Aquí yace Amparamio, vadiniense… “¿Qué pondríamos hoy, 2000 años después? ¿“Aquí yace Bartolo, el más gallo del barrio de Abajo”? Hemos evolucionado muy poco y para mal. Los Vadinienses lucharon contra los romanos y perdieron, pero perviven hasta el siglo IV.
   Desde el siglo IV hasta el XIX se pierde toda traza de organización comarcal. Historiadores de prestigio tenemos en la Comarca y en la Revista que pueden explicar mucho mejor que yo lo que pasó durante ese largo y oscuro tiempo. Desde el siglo IV al VIII pertenecimos a Cantabria y del VIII al XIX la comarca está dividida en señoríos y gestionada desde lugares lejanos que nada tienen que ver con nosotros (eso ha cambiado poco); lo único parecido a una agrupación territorial elegida por hombres “libres” fue la Merindad de Valdeburón.
    En 1812 viene la Constitución de Cádiz y por primera vez se plantea la necesidad de una ordenación territorial del Estado. Nacen las provincias, las diputaciones, los ayuntamientos y los partidos judiciales como primer ensayo de ordenación por comarcas. En esa época hay un episodio clave en nuestra historia porque la primera cabeza del Partido Judicial que se plantea es Burón, pero el pueblo renuncia a ello porque temían perder los derechos que les correspondían tradicionalmente como cabecera de la Merindad. Finalmente en 1836 se decreta el Partido Judicial de Riaño en detrimento de Burón. Segunda certeza. La primera figura oficial de ordenación comarcal que nos encontramos en nuestra historia incluía según el diccionario geográfica de Madoz (1845) estos ayuntamientos: Acebedo, Boca, Burón, Cistierna, Lillo, Morgovejo, Oseja, Portilla, Posada, Prado, Prioro, Renedo, Reyero, Riaño, Salomón, Vegamián y Villayandre.
   Ser cabecera de partido judicial era mucho más que tener los juzgados. Toda la documentación, testamentos, contratos, ventas, donaciones, propiedades, etc., de Puente Almuhey y Cistierna para arriba eran registrados por notarios y escribanos desde Riaño; la cartería se recibía y emitía allí, y lo mismo para el dinero (la primera oficina de España del Banco de Santander, fuera de Santander, fue la de Riaño). Pero Riaño no llevaba sólo el papeleo. El comercio y las relaciones entre pueblos y personas del Partido Judicial se desarrollaban allí; se celebraba mercado todos los sábados (Madoz); la carretería de la madera que venía de Sajambre, Valdeón y Valdeburón hacia el sur pasaban por allí en su mayoría; las cañadas que venían de Prioro por el Pando hacia el norte; los caminos nuevos y los viejos se cruzaban allí. Riaño ejerció de cabecera comarcal prácticamente durante dos siglos. El Partido Judicial establecía con bastante exactitud cuál era el ámbito de la Comarca, y con esa ordenación territorial llegamos al año 1963, con bastante éxito, por cierto, porque en aquel momento la Montaña de Riaño tenía unos estándares de vida superiores al resto de la España rural del momento.
   En 1963 echa a andar el proyecto del pantano de Riaño y poco después viene el traslado de cabecera comarcal de Riaño a Cistierna. El centro de servicios se alejó del eje central del territorio. A la vez, ocurrió algo menos visible pero igual de grave: dejamos de compartir problemas. Ya no éramos comarca. Mientras unos se enfrentaban a las expropiaciones y a marcharse con dignidad, otros afrontaban la incertidumbre de quedarse con toda la zona central del territorio ocupada por un charco.
   Es en esos tiempos cuando empieza a oírse el nombre de Montaña Oriental Leonesa, un término que acuñó más que nadie el periodismo provincial. Se ve que les daba pudor llamarnos Montaña de Cistierna con Riaño todavía vivo. Lo cierto es que el término Montaña Oriental se va aceptando con el tiempo y queda consolidado en 1983 con la ley orgánica que determina que la adjudicación de los puestos de Diputados Provinciales se hará por Partidos Judiciales. Nos encontramos con un territorio que elige (de cómo se elige mejor hablamos otro día) a una persona para que le represente en un organismo de gobierno público. Esto redondea la figura del Partido Judicial como entidad comarcal, como Comarca. Al diputado del partido de Cistierna, por el motivo que sea, se le empieza a llamar automáticamente diputado de la Montaña Oriental. El actual partido judicial de Cistierna incluye casi lo mismo que en tiempos de Madoz: Acebedo, Boca, Burón, Cistierna, Crémenes, La Ercina, Maraña, Oseja, Posada, Prado, Prioro, Lillo, Reyero, Riaño, Sabero y Valderrueda. Algunos añaden a la Montaña Oriental Boñar, aunque pertenece al partido judicial de León. Yo tengo mis dudas sobre Boñar, Reyero y Lillo, ya que pienso que la estación de san Isidro y su cercanía a León y al superpoblado Ocho Asturiano les pone en una coyuntura muy distinta a la nuestra; pero si ellos se consideran de la Montaña Oriental para mí también lo son. De lo que no tengo ninguna duda (Tercera certeza) es que desde las vías del ferrocarril de la Feve hasta Caín y desde el puerto de las Señales al Espigüete estamos en la Montaña Oriental Leonesa.
   En 1987 llega el cierre del pantano y a partir de ahí se hace evidente la temida “desarticulación de la Comarca”. El valle del Cea y el del Esla quedan prácticamente incomunicados por el norte y la ruta Prioro-Riaño, que antes del pantano era un paseo, se convierte en un viaje. En el valle del Esla el propio muro del pantano crea una barrera sicológica que se repite como un mantra: “de la presa parriba y de la presa pabajo”. En la zona superior del Valle, el eje Valdeburón-Riaño-Tierra de la Reina que antes se articulaba con 5 rectas, hoy nos “regala” tropocientasmil curvas y convierte en tortura lo que antes era un placer. El Nuevo Riaño, además, se plantea erróneamente como un centro de caza y descanso para ricachones más que como la cabecera comarcal de una zona rural.
   A finales de los 80 la Junta de Castilla y León hace un ensayo de comarcalización y lanza un guante a los ayuntamientos para que libremente se unan en mancomunidades. El Porma renuncia a crear mancomunidad. En el sur de la Montaña Oriental se crea la Mancomunidad de Municipios Alto Esla-Cea. El norte se agrupa en la Mancomunidad de Municipios “Montaña de Riaño”. Sé que la Mancomunidad se percibe hoy como un simple servicio de recogida de basuras, pero en su momento se planteó como un ensayo para articular la Comunidad en comarcas; finalmente sólo el Bierzo alcanzó el reconocimiento oficial como comarca (los que respiráis leonesista adivinaréis fácilmente porqué).
    Lo realmente importante, para lo que nos ocupa, es que nuestros representantes elegidos democráticamente se agruparon libre y voluntariamente y decidieron un nombre para un territorio: Montaña de Riaño. Nadie nos lo impuso, lo elegimos nosotros, y eso para mí, como internacionalista y defensor de que cada tierra sea lo que quiera ser, tiene una validez total. Para el que dude, la fecha de boletín es 21 de agosto de 1990. Las palabras “libre” y “voluntariamente” están por todas partes. Con eso llego a mi Cuarta certeza. Montaña de Riaño: Ayuntamientos de Acebedo, Boca, Burón, Crémenes, Maraña, Oseja, Posada, Prioro y Riaño.
  Es cierto que pertenecer a la misma mancomunidad no nos convierte automáticamente en comarca, pero ha sido el único paso territorial que se ha dado con el consenso de todas las partes interesadas. Para mí el único acierto territorial que hemos tenido desde el día funesto en que se cerró la presa.
   La conclusión es que hoy tenemos una comarca dividida en tres pedazos, de difícil tránsito entre ellos, con varios nombres que se solapan y articulada por tres “cabeceras”: Riaño, Cistierna y Puente Almuhey (a menudo olvidado pero importantísimo en el organigrama de la Comarca). Nos corresponde a todos defender los servicios que quedan en esos tres pueblos como si fueran del nuestro propio. ¿Quiere eso decir que los demás pueblos no son importantes? Para nada. Los ayuntamientos que articulan sus valles son importantísimos y todos esos pueblos cabeceros donde nace el río y muere la carretera (Tejerina, Caminayo, Maraña, Remolina, Casasuertes, Lois y un larguísimo etcétera) son los que dan a nuestra comarca su carácter único y singular. Son, por lo tanto, imprescindibles.
   Con estos mimbres haga cada cual su propio cesto. Quede claro que a nivel particular cada uno tiene derecho a sentirse de donde le dé la real gana. A mí me sirven por igual las denominaciones Montaña Oriental y Montaña de Riaño, porque tan sugerentes me resultan los valles del Norte como ese piedemonte pegado al ferrocarril que se llevaba en el mismo tren a nuestra gente y a nuestro carbón; pero hay un nivel oficial que sirve precisamente para evitar las interpretaciones personales. En ese sentido dijimos al principio que ni la gente ni las administraciones pueden inventarse comarcas a su antojo, que hace falta un consenso por todas las partes y que se necesita un reconocimiento desde el exterior para que un nombre sea real; pues aquí viene mi Quinta certeza. La Junta de Castilla y León se ha inventado unilateralmente que toda la Montaña de Riaño y la del Porma son Picos de Europa, cosa que es absolutamente falsa. A explicar esto con detalle y a alguna cosa más dedicaré el tercer artículo. Mientras tanto, salud. Y más que nunca, gracias por su tiempo.

“Los Hobbits son un pueblo sencillo y muy antiguo, más numerosos en tiempos remotos que en la actualidad. Amaban la paz, la tranquilidad y el cultivo de la buena tierra, y no había para ellos paraje mejor que un campo bien aprovechado y bien ordenado... Desde las fronteras del oeste hasta el puente del  Brandivino había unas cuarenta leguas y casi cincuenta desde los páramos del norte hasta los pantanos del sur. Los Hobbits denominaron a estas tierras La Comarca”. J.R.R.Tolkien