13/02/2010 José Ángel Losada García - Zaragoza
Diario de León. Cartas al Director.
Me adhiero entusiastamente a lo que C. Cuenya González La señora Remi y el hombre blanco opina en relación al nuevo núcleo de Riaño: como geógrafo profesional creo que intentar siquiera interpretar el actual paisaje del valle inundado sin la presencia de una cabecera comarcal –ahora sobre el Valcayo, sí, a 50 metros por encima del nivel del viejo núcleo, pero manteniendo su estratégica ubicación de siempre: Riángulo, el ángulo de los ríos- es un imposible geográfico en el actual panorama de configuración y vertebración de los territorios de montaña querámoslo o no, el otrora hábitat rural es ya, en buena medida, patrimonio de museo etnográfico: complejo prever cuántas unidades ganaderas –vacuno de leche- pervivirían en las praderías de siega de Riaño caso de que no hubiesen sido inundadas. Baste decir que la vecina Liébana, incluso con unas condiciones climatológicas mucho más favorables, ha modificado ya por completo su paisaje agrario tradicional. Sin entrar a valorar las enormes dificultades jurídico-administrativas que en su momento hubiese significado el anexionar un nuevo núcleo de Riaño a los entonces Burón o Boca de Huérgano uno u otro, nunca los dos: ¿puede creerse, realmente, que hubiese funcionado el tanto monta monta tanto sin rivalidades?, una pregunta lógica se impone: ¿habría respetado esta arbitraria decisión la voluntad de los habitantes de Riaño que optaron por trasladarse al Valcayo? ¿No se hubiese truncado para siempre el deseo de una comunidad rural por vivir lo más cerca posible del querido lugar en el que desde antaño moraron sus antepasados? Este sentimiento se llama topofilia: desde el Riaño actual se ve mucha agua antes inexistente, es verdad, pero la magnificencia del paisaje circundante es tal que acaba por imponerse: esa magnética y poderosa imagen presidida por el Yordas y el Gilbo sigue ahí, y es la que continúa presidiendo -con cicatrices, es cierto, pero ahí está- la mirada de las gentes de Riaño. En materia de apreciación de la belleza todo se torna subjetivo contexto y nivel sociocultural, sensibilidades, filias y fobias… todo cuenta, pero, dicho esto, permítaseme decir que la fealdad absoluta no existe: ¿no va siendo hora ya de desmontar el tópico de villa horribilis que impregna al nuevo núcleo de Riaño? ¿Cuántos de los que esto opinan han hecho el pequeño esfuerzo de subir a pie por la carretera del camping o hasta el mismo alto de Valcayo? Les aseguro que si desde esos balcones naturales abandonamos nuestras obsesiones y nos dedicamos simplemente a mirar es decir, a ver reflexivamente apreciaremos una villa de montaña que se esfuerza por integrarse en su entorno: los rojos tejados sí, ya se, no es la teja árabe de barro cocido del viejo Riaño, pero aquí, como en todas partes, la funcionalidad se impone: no es mejor ni peor, sino que son otros los tiempos otorgan un innegable y certero cromatismo con escasos desafueros las galerías acristaladas no son aquellas –algunas bellísimas y perdidas para siempre- de madera labrada que adornaban muchas casas del viejo Riaño, pero estamos en el siglo XXI y la intemperie se combate mejor con climalit y la piedra que, poco a poco y con esfuerzo va cubriendo algunas fachadas, han logrado evocar elementos arquitectónicos básicos del viejo Riaño. Añádase a ello el acierto de la arborización: la chopera que flanquea la calle Sedeñal los robles, tilos, hayas y acebos que se escalonan en el talud que separa Cimadevilla y La Redonda… ¿Por qué –mi admirado Julio Llamazares dixit- Riaño ha de ser "una mezcla de urbanización costera y de pueblo del Oeste, con una calle central llena de bares, y hoteles, y edificios que parecen sacados de una promoción turística"? Peyorativa e injusta percepción por cierto, no distintiva ni exclusiva de Riaño que, de aplicarse literalmente, bien podría hacerse a la práctica totalidad de las travesías que cruzan las ciudades y pueblos de cualquier provincia española incluso a la calle principal –la carretera- que atravesaba el viejo Riaño: ¿o es que nadie se acuerda ya de los muchos bares, hoteles, bancos, comercios y demás que se asomaban a sus fachadas?. Por demás, la realidad está ahí, para quien quiera contemplarla: no es sólo Riaño. Podemos encontrar casos similares de evolución urbana en núcleos rurales de montaña a lo largo de toda la geografía española: quien no me crea que acuda, por ejemplo, a Benasque o Sallent de Gállego, en el Pirineo de este Aragón desde el que escribo: ¿son por ello pueblos feos, sin arreglo y sin futuro? sólo para la reflexión: ¿cómo hubiese evolucionado, urbanísticamente hablando, el viejo Riaño? No creo que todo hubiera quedado en tarjeta postal. A buen seguro, urbanizaciones y nuevos edificios habrían tapizado huertos y solares. Me ausenté durante 20 años también a mí me pudo la nostalgia y la melancolía, pero el pasado verano decidí pasar, con mi familia, una semana entera en Riaño: las puestas de sol en la serena plaza de Cimadevilla nuestros ratos de lectura en el entorno de la ermita de La Puerta las visitas al excelente museo etnográfico –donde tuve la oportunidad de conversar con el pintor riañés Miguel Carracedo- los paseos hasta el imponente corro de aluches los baños en las más que dignas piscinas municipales el juego de pelota en el frontón, a la caída de la tarde, con mi hijo las excelentes viandas que nos ofrecieron las buenas gentes del Hostal Sainz, del Molino de Huelde, de tantos otros… los murales pictóricos de Carracedo en la estación de autobuses, las excursiones a Hormas y a las Viescas… Los recuerdos se agolpan. Mi gratitud a esa comunidad rural que no solo no ha perdido sus raíces hoy mismo celebran el recuperado y carnavalesco Antruido antes fue la Matanza, la Feriona, la Fiesta del Capilote… sino que, simplemente, se esfuerza por seguir viviendo en la tierra –llena de posibilidades de futuro, estoy convencido- que les vio nacer. Riaño: paz, belleza, serenidad… Apostemos por Riaño.
2 comentarios:
Por fin, álguien inteligente.
Laus Deo...
Topofilia, ¡qué bueno!
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