La desgana burgalesa
Domingo , 21-02-10
Lo primero que salió de la boca de ZP, una vez ganadas sus primeras elecciones, fue considerar a León como algo discutible dentro de su Comunidad Autónoma. Fueron aquellas unas declaraciones por radio que al oírlas tuve que echar sin remedio el freno de mano porque el coche empezó a derrapar. Me recordaron a la tragedia de «Pelayo» que escribiera el ínclito Quitana en el XIX al grito que entonces recorría España como un preámbulo del manifiesto comunista: «¡No hay patria, Veremundo!». ZP entonces, mucho antes del Estatuto catalán, ya llevaba a la patria en el pecho como el binomio Godoy-María Luisa: como un calentón sostenido por las alfombras de palacio.
Consecuencia: los socialistas leoneses no tardaron en superar a la UPL en reivindicaciones independentistas. Así que a Óscar López, que aspira a la Presidencia de la Junta desde la bancada de San Jerónimo como la purísima Concepción del pintor Murillo -sólo roza la humanidad encaramada en una media luna-, no le quedó otro remedio que hacer un pacto sostenible con los peores tiradores de jabalinas. Se colocó justo en el blanco no para esquivar las flechas, sino porque estando en ese blanco preciso evitaba una muerte segura a manos de los ballesteros más bisojos. Y el pacto, unas veces con uñas de gato y otras con cara de beato, ha ido tirando con sus altibajos y con sus remiendos patrióticos.
Ayer sábado, los socialistas burgaleses nos sorprendieron a los aborígenes mesetarios al reeditar ante los medios la táctica leonesa que consiste en adaptar la realidad autonómica de Castilla y León a su particularísimo y universal mundo. Alucinados como están por dar en la diana en el asunto de las Cajas, han empezado a tirar dardos desde la Capilla del Condestable -esa «epopeya de piedra» que tanto subyugaba a Gautier- y han lanzado al señor del viento, que es el auténtico propietario de nuestros destinos trascendentes según ZP, el gran órdago de los desganados: «Cada vez tenemos menos ganas de estar en la Comunidad». No me extraña: ¡menudo invierno de calentamiento global, menuda temporada remolachera!
Así que Óscar López de inmediato, y sin ningún tipo de escala en el aeropuerto de Villanubla, se fue directo de Madrid a Burgos para ponerse en el centro de la diana. Y es que nadie como el secretario general de los socialistas de Castilla y León sabe muy bien que allí donde hay desgana, hay maña. La desgana burgalesa es cuestión de soltura. Por eso, como buen político, Óscar López ha pedido a sus afiliados «cautela». No se ha limitado a decir no cuando lo normal se escribe no, sino a reescribir un no entredicho que pudiera ser un sí. ¡Qué gran crónica anunciada se ha perdido mi buen amigo García Márquez!
Domingo , 21-02-10
Lo primero que salió de la boca de ZP, una vez ganadas sus primeras elecciones, fue considerar a León como algo discutible dentro de su Comunidad Autónoma. Fueron aquellas unas declaraciones por radio que al oírlas tuve que echar sin remedio el freno de mano porque el coche empezó a derrapar. Me recordaron a la tragedia de «Pelayo» que escribiera el ínclito Quitana en el XIX al grito que entonces recorría España como un preámbulo del manifiesto comunista: «¡No hay patria, Veremundo!». ZP entonces, mucho antes del Estatuto catalán, ya llevaba a la patria en el pecho como el binomio Godoy-María Luisa: como un calentón sostenido por las alfombras de palacio.
Consecuencia: los socialistas leoneses no tardaron en superar a la UPL en reivindicaciones independentistas. Así que a Óscar López, que aspira a la Presidencia de la Junta desde la bancada de San Jerónimo como la purísima Concepción del pintor Murillo -sólo roza la humanidad encaramada en una media luna-, no le quedó otro remedio que hacer un pacto sostenible con los peores tiradores de jabalinas. Se colocó justo en el blanco no para esquivar las flechas, sino porque estando en ese blanco preciso evitaba una muerte segura a manos de los ballesteros más bisojos. Y el pacto, unas veces con uñas de gato y otras con cara de beato, ha ido tirando con sus altibajos y con sus remiendos patrióticos.
Ayer sábado, los socialistas burgaleses nos sorprendieron a los aborígenes mesetarios al reeditar ante los medios la táctica leonesa que consiste en adaptar la realidad autonómica de Castilla y León a su particularísimo y universal mundo. Alucinados como están por dar en la diana en el asunto de las Cajas, han empezado a tirar dardos desde la Capilla del Condestable -esa «epopeya de piedra» que tanto subyugaba a Gautier- y han lanzado al señor del viento, que es el auténtico propietario de nuestros destinos trascendentes según ZP, el gran órdago de los desganados: «Cada vez tenemos menos ganas de estar en la Comunidad». No me extraña: ¡menudo invierno de calentamiento global, menuda temporada remolachera!
Así que Óscar López de inmediato, y sin ningún tipo de escala en el aeropuerto de Villanubla, se fue directo de Madrid a Burgos para ponerse en el centro de la diana. Y es que nadie como el secretario general de los socialistas de Castilla y León sabe muy bien que allí donde hay desgana, hay maña. La desgana burgalesa es cuestión de soltura. Por eso, como buen político, Óscar López ha pedido a sus afiliados «cautela». No se ha limitado a decir no cuando lo normal se escribe no, sino a reescribir un no entredicho que pudiera ser un sí. ¡Qué gran crónica anunciada se ha perdido mi buen amigo García Márquez!
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