JOAN BARTRINA - Palma de Mallorca - 02/05/2010. elpais.com
José Luis Felis, amigo recientemente desaparecido, ya en su madurez como jurista accedió a la profesión de juez. Al comentarle mi sorpresa por su decisión me ilustró con lo que le había comentado un juez argentino acerca de su oficio: "¡Es una profesión macanuda: ayudás a tus amigos, jodés a tus enemigos y con el resto... hacés justicia!". Tan sabias palabras reforzaron mi sana desconfianza acerca de la exigible independencia e imparcialidad de los magistrados, tanto más cuanto más encumbrados estén, y por ello más alejados de la vida cotidiana del común de los mortales.
Ya de niño me sorprendió saber que jueces y tribunales emiten "fallos" en sus sentencias y dictámenes. ¡Cuánto daño puede hacer la polisemia a la inteligencia! O tal vez no, y nos encontramos ante un caso de "justicia" poética que deja entrever lo equivocadas que parecen a menudo decisiones judiciales. No todas, afortunadamente.
Viene todo esto a cuento de las incomprensibles y para algunos (entre los que me cuento) inaceptables actuaciones de jueces del Supremo, del Constitucional y de la cúpula del Poder Judicial que parecen basarse en animadversiones personales, agravios acumulados (¡arrieritos somos!) o adscripciones políticas inquebrantables o alimentadas por añoranzas de tiempos no tan pasados, más que en el esperable sentido equitativo, reparador y ejemplar de la Justicia. Para acabar el cuadro, la foto de algunas de sus señorías en los toros, puro en ristre y compartiendo palco con los Morancos, añade un toque surrealista que puede resultar aún más escandaloso, o tal vez ilustrativo de la especial idiosincrasia de estos personajes.
Ya de niño me sorprendió saber que jueces y tribunales emiten "fallos" en sus sentencias y dictámenes. ¡Cuánto daño puede hacer la polisemia a la inteligencia! O tal vez no, y nos encontramos ante un caso de "justicia" poética que deja entrever lo equivocadas que parecen a menudo decisiones judiciales. No todas, afortunadamente.
Viene todo esto a cuento de las incomprensibles y para algunos (entre los que me cuento) inaceptables actuaciones de jueces del Supremo, del Constitucional y de la cúpula del Poder Judicial que parecen basarse en animadversiones personales, agravios acumulados (¡arrieritos somos!) o adscripciones políticas inquebrantables o alimentadas por añoranzas de tiempos no tan pasados, más que en el esperable sentido equitativo, reparador y ejemplar de la Justicia. Para acabar el cuadro, la foto de algunas de sus señorías en los toros, puro en ristre y compartiendo palco con los Morancos, añade un toque surrealista que puede resultar aún más escandaloso, o tal vez ilustrativo de la especial idiosincrasia de estos personajes.
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