Durante millones de años el hombre basó su economía en la caza y la
recolección, y durante este tiempo el lobo y el hombre han sido competidores en
el mundo de la caza, siendo esta la base de la cadena alimenticia de ambas
especies. Incluso podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ambos emplearon
técnicas de caza parejas basadas en estrategias de caza en grupo.
El lobo apenas ha evolucionado en este sentido y sigue siendo la caza
la base de su subsistencia, mientras que el hombre ha sabido dominar, incluso
en exceso, la naturaleza criando y seleccionando las especies de las que se
alimenta y sembrando lo que antaño
recolectaba.
Como bien apunta mi amigo Lorenzo, con el nacimiento de la práctica
ganadera comienza también el concepto de la posesión y es esta posesión de
rebaños lo que pone al lobo como enemigo del ser humano, ya que a partir de ese
momento ya no es sólo un competidor, es un ladrón.
Este concepto de posesión lo vemos mejor en las sábanas africanas,
donde el león, el guepardo o el leopardo cazan todo tipo de gacelas, ñus o
cebras, etc., pero que al carecer de dueños poseedores hasta resultan queridos
y considerados por su estado salvaje, hasta el punto de que su observación es
la principal fuente de ingresos de los países africanos con esta fauna.
Esta enemistad lobo-humano marcada desde la noche de los tiempos está
impresa en todas las culturas europeas. Las historias de lobos ocupan las
leyendas más escabrosas allí donde hombre y lobo conviven, y ha hecho de este
canido, injustamente, paradigma del mal. Resultado de esta guerra entre humanos
y lobos es la cantidad de tópicos reflejados en nuestra cultura; desde ¡que
viene el lobo!, hasta el hombre lobo como ser maligno, sanguinario como el lobo
y con sentido del mal como el hombre.
Está plenamente demostrado que el lobo también entendió este cambio y
salvo escasez, el lobo siempre ha preferido cazar animales no pastoreados o en
estado salvaje que enfrentarse al hombre, que con el paso del tiempo ha ido
perfeccionando sus sistemas defensivo, desde corrales, perros, armas y todo
tipo de trampas, incluyendo hasta el veneno para defender sus posesiones del
lobo, así como de otras especies
amenazantes.
Pero el ser humano va más allá, y lejos de mejorar la relación con el
lobo, ésta cada vez empeora más. El cuidado de los rebaños ha desaparecido con
la excusa de la ganadería extensiva mal puesta en práctica, pues no se trata de
soltar el ganado sin más, sino de hacerlo en amplias zonas perfectamente
delimitadas que no eximen de su cuidado. En el fondo un animal no atendido es
un animal semisalvaje y el lobo si sabe distinguir entre la domesticidad y el
estado salvaje y los riesgos que para él conlleva el cazar unos u otros.
Por otra parte la caza ya no es parte básica de nuestra cadena alimenticia,
pero lejos de desaparecer ha pasado a ser parte de nuestra cadena lúdica, y
esto el lobo no lo entiende, ni lo tiene porqué entender (él es el animal).
Abatimos la fauna salvaje, mil piezas cada año y nos quejamos de que el
hambriento robe para comer.
Cierto que la caza es parte importante en los ingresos de nuestros
municipios, ingresos que en muchos casos sirven para atender servicios
básicos, lo cual dice muy a las claras
la falta de entidad de nuestros representantes, incapaces de conseguir otras
inversiones que cubran estos servicios esenciales.
Cierto que el lobo causa algún daño a los ganaderos, pero parafraseando
a Gorbachov refiriéndose a los
americanos, lo peor para el ganadero es quedarse sin enemigos, con ellos se
justifican otros daños propios de la desatención y abandono que se cargan a la
acción del lobo, y es que una mordida de lobo es cobro de pieza.
El Lobo, la berrea, la observación de aves, nuestras innumerables rutas
y en general el disfrute de nuestros paisajes y del conjunto de nuestra
naturaleza llevan ya unos cuantos años siendo una fuente de ingresos importante
para el conjunto de la Montaña,
ingresos que no se cuantifican como en una subasta de caza, pero que están más
repartidos entre la hostelería, casas rurales etc., y que superan con creces a
los proporcionados por la caza.
Los ganaderos, los empresarios de la hostelería por una parte y las
Juntas Vecinales y Ayuntamientos por otra, tienen que encontrar fórmulas para
convivir poniendo cada uno de su parte lo necesario para poder explotar
nuestros recursos ligados a la naturaleza que son cuantiosos y en algunos casos
únicos.
Quienes en alguna ocasión hemos visto al lobo, cazando, en grupo,
jugando con sus crías o simplemente viendo su semblante en mitad del monte, no
podemos por menos que quedar admirados de su porte y belleza. Sí a esto le
unimos que vive en un medio natural en el que conviven las cinco especies
unguladas con sus dos depredadores, lobo y oso, estamos hablando de un espacio
único que tiene que dar para todos.
Miguel Valladares