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21 abril, 2013

RESIDENTES Y RESISTENTES


SOCIEDAD

“Ahora la trashumancia ya no es de ovejas, es de paisanos”

Historias y biografías de curiosos residentes y resistentes del censo de invierno

F. Fernández / León
lacrónicadeleon.es

Las últimas lineas de la página anterior, sobre las cifras del censo de invierno en la comarca de Riaño, y la propia reflexión de Juan Carlos Rodríguez —“que en los pueblos haya poca gente convierte a sus habitantes en una rareza estadística y lo raro despierta curiosidad”— casi exigen estas páginas que siguen, una mirada a esas gentes, el recuerdo de algunos de ellos, su anecdotario, su vida, algunas biografías realmente singulares. Algunas están en las páginas de Rodríguez Puerta, otras no.
Además de personajes hay en estas páginas mucha ‘filosofía’, muchas reflexiones de estos personajes, parecidas a las de la mujer de Caldevilla de Valdeón, y me gustaría viajar como cabecera a una muy oportuna para entender lo que ha ocurrido en aquella comarca, que se ha despoblado, y lo que ocurre en esta provincia. Está en las páginas de Polvoredo pero se refiere a un vecino que lo fue de Maraña. “Al enterarse de que mi acompañante, Laureano, procede de una familia de Maraña, nieto del tío Julianón, famoso en todo el valle y en el concejo de Ponga, nos cita una frase suya que viene muy bien al caso: ‘Manda más un caminero en León que un Gobernador en Asturias”.
Dicho queda. Y bien dicho por aquellos que eran otras gentes, tal vez por ello el viajero reparaba en una cosa a la salida del pueblo: “Nos fijamos en la placa a quien esté dedicada la plaza: Ni Rey, ni General, ni Generalísimo. Está dedicada a uno de los maestros nacionales que educó varias generaciones en el pueblo. Grata sorpresa y admiración por los agradecidos...” tal vez se nota que el autor dice en su biografía ‘Maestro Nacional’.
El repaso se fija en las gentes que viven aún en los pueblos, pero en las conversaciones salen otros muchos y en esta comarca era inevitable la aparición de uno de los curas más recordado de la provincia, don Rufo, de quien escribe en una de sus parroquias. “¿En Besande, un hogar? Se cerraron las minas; la leche es más barata en Francia; la carne no vale dinero. Ni aunque volviera don Rufo, aquel cura emprendedor, diestro en mil oficios, carpintero, albañil o relojero, arreglaría esto”.
Hablando de curas. Aparecen más pero sería imperdonable no recordar al párroco de Aleje. “Pedro nos dice también que el más sabio del pueblo es don Jesús García Recio, el sacerdote. Nos indica su casa. No hay suerte. Don Jesús, nos dice una muy amable anciana que nos abre la puerta, está dando un paseo”.
No lo encontró R. Puerta pero sí recuerda al alma mater del Instituto Bíblico Oriental, un sabio ciertamente, y un tipo singular del que sólo recupero una anécdota, que no lo es tanto. Como alumno aventajado de otro sabio, Van Dijck, heredó de éste una biblioteca única por la que recibió de una universidad americana una oferta de más de tres mil millones de pesetas “no por la propiedad, por depositarla allí”. García Recio no lo dudó, se la regaló a la Universidad de León, que la tiró en un cuarto oscuro y húmedo.
Maestros, curas... Son muchas las profesiones que desfilan por estas páginas. No pueden faltar los pastores, gentes de la montaña, luchadores...
Entre los luchadores encontramos a Antonio Alvarado, de Remolina, aún vivo con más de cien años y durante muchos años alcalde de Crémenes. No hace mucho nos contaba su historia en las páginas de La Crónica, recordaba que compró su primer coche después de jubilarse y contaba su infancia de trabajador desde joven de una forma muy curiosa. “Empecé de motril y de subir y bajar con el rebaño di en persona”.
Otros luchadores que desfilan por el libro son Eusebio el de Argovejo y de este mismo pueblo Ernesto, ‘El Viejo Profesor’, el excelente campeón que ganó el premio más grande que se recuerda en el famoso ‘corro del millón’. Pero es recordado por muchas más cosas, como por ser el batería y cantante de una de las orquestas más famosas del valle, los Kavi’s.
También hay un recuerdo, como no, para Quintín el de Acebedo, localidad en la que tercia en la polémica sobre si se escribe con be o con uve, también el pueblo del forzudo Jandrón, que murió reventado por sujetar el solo la viga del cumbrial de la iglesia y no querer reconocer que no podía. No le hubiera ocurrido a Miguelín, también luchador, listo como los conejos de Borrenes e inventor de muchas frases que han hecho historia en los aluches, como la de “hay que cortar el chorro de las hormigas” o “la lucha es así”.