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29 agosto, 2011

TIEMPOS BORRASCOSOS

Tiempos borrascosos, de Manuel Castells en La Vanguardia

OBSERVATORIO GLOBAL

En pocos meses se ha afirmado con fuerza en la práctica social que la comunicación es el mecanismo fundamental para unirse.

Tamizados por un difuso sopor vacacional llegan los crujidos de un mundo en quiebra. Hechos disconexos pero que juntos componen una nueva trama de vida. Arde Londres, la xenofobia masacra en Noruega, las bolsas se hunden, el euro se avergüenza, la ficción europea se desvanece, Estados Unidos en bancarrota, la crisis financiera corroe ahorros y devora empleos, los políticos se esconden para capear el temporal, las revoluciones árabes siguen removiendo el mundo entre heroísmo ciudadano y violencia de tiranos irredentos, movimientos sociales hechos de una mezcla de hastío y esperanza extienden la indignación de España hasta la India, pasando por Grecia e Israel. Pinceladas de un lienzo de historia en trance de ser. Y aunque no lo parezca hay un hilo conductor.

En la raíz, es la crisis de un modelo. No sólo de un modelo económico dominado por un capitalismo financiero especulativo que hizo de la economía una ficción, enredando al mundo en una virtualidad de valores bursátiles, sino de un modo de vida centrado en buscar sentido en un consumo sin sentido. Dependiendo de un trabajo, cualquiera, para vivir de prestado. Hasta que calla la música y aparece el vértigo del vacío interior. En esa soledad hija de la competitividad. Y cuando lo cotidiano se cae se buscan culpables. Porque nuestra cultura está hecha de culpabilidad. De los otros. Y los más otros de los demás son los que se detectan como distintos. Esos que buscaron trabajo y refugio en países europeos incapaces de hacer niños y remilgados de la faena dura. El chivo expiatorio es la más antigua lámina en el archivo de lo atroz. Puestos a desollarlo, empecemos por sus cómplices, los que abren las puertas a los que no son verdaderos noruegos o finlandeses o daneses u holandeses o catalanes de pura sangre. El asesino de decenas de jóvenes no era un loco, sino un educado militante del segundo partido de Noruega, partido xenófobo, eslabón de un espectro desencadenado que recorre Europa. Y cuando no son nazis declarados son policías cotidianamente racistas hasta que se les va la mano y liquidan a tiros a un mulato de Tottenham, sin dar explicaciones ni a su familia. Fue la gota que colmó el vaso de sempiterna humillación por parte de una Scotland Yard corrupta a sueldo de Murdoch para espiar a quien quisiera, desde líderes políticos hasta niñas asesinadas. Hete aquí que con la policía desbordada se desatan instintos de incendio y pillaje con participación de gentes de toda edad, clase y condición. Acceso libre al consumo. Como si la presión a la que se somete a una sociedad consumista incapaz de consumir hiciera explotar una caldera de rabia difusa, sin los tonos nobles de nuestros pacíficos indignados. Terror entre las élites y los ciudadanos de bien. Los salvajes están encasa y no todos son negros o inmigrados. Mano dura como respuesta. Aun sabiendo de siempre que cuanta más represión hay más hierve la sangre mientras las raíces de la cólera sigan ahí. ¡Qué civilizados y sensatos parecen los indignados españoles (o sus primos israelíes o sus hermanos griegos) en comparación con estos ingleses desbocados del siglo XXI! Pero no se equivoque. Nuestros indignados son activamente no violentos, pero que no se intente pararlos a golpes con argumentos de limpieza de plazas y ordenación de tráfico. Porque no se van a parar, van lejos, irán hasta el fin de la denuncia de un sistema que nos está tragando a todos en el torbellino de destrucción generado por el cinismo financiero y la incompetencia política. En estos movimientos sociales se juntan la crítica a formas alienadas de vida con el rechazo a pagar los platos rotos derivados de los errores (o cálculos especulativos) de los dueños del dinero y el poder que, como siempre, quieren irse de rositas.

Y mientras, allende el Mediterráneo, los árabes se reencuentran a sí mismos, con movimientos sociales derrocando tiranos y juzgando a corruptos aunque a veces sea a costa de ríos de sangre que aún fluyen a raudales en Siria ante las protestas estériles de la timorata comunidad internacional. Menos mal que los sirios, como los egipcios, los tunecinos y tantos otros decidieron hace tiempo que tenían que liberarse ellos mismos sin pedir permiso a los sospechosos habituales. Lástima que el sueño de los indignados israelíes abrazándose a los acampados de Tahrir haya chocado con la provocación deliberada de islamistas y sionistas para frustrar una paz posible entre personas cansadas de ser rehenes de políticos y geopolíticos.

En todos estos episodios dispares se repiten temas y formas. En el horizonte está la autogestión de la vida, pasando de políticos profesionales. En el núcleo de la acción están internet y las redes móviles. Es mediante las formas autónomas de comunicación que la gente ha podido autoorganizarse, coordinarse y suscitar un debate democrático de ideas, sueños y propuestas. En pocos meses se ha afirmado con fuerza en la práctica social que la comunicación es el mecanismo fundamental para unirse y que la reunión de personas en las redes sociales, preludio de acampadas y manifestaciones, permite superar el miedo en el que se basa el control social de un sistema que ya no convence y apenas vence. Las revoluciones del siglo XXI, en sus múltiples formas, ya tienen sus herramientas, hechas de comunicación autónoma interactiva y multimodal, local y global. Sabiendo que en internet, que está hecho de la vida de los internautas, hay de todo, lo mejor y lo peor, desde asesinos y saqueadores hasta rebeldes contra la tiranía o inventores de la nueva vida. Pero es la matriz del desafío a un mundo que se autodestruye, afirmando la posibilidad de reconstruir la sociedad desde la base.

Porque algo huele a podrido en Dinamarca. Y en Noruega. Y en Europa. Y hasta en esta España que se montó en una economía de cartón piedra gobernada por monigotes de papel.

Vivimos tiempos borrascosos. Pero las borrascas limpian el aire. ¿No siente la brisa que viene del mar?

Manuel Castells Oliván (Hellín, España, 1942) es un sociólogo y profesor universitario, catedrático de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en Berkeley, así como director del Internet Interdisciplinary Institute en la Universitat Oberta de Catalunya.

LA AUTÉNTICA CLAVE DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL

El contenido verdaderamente nefasto del acuerdo

Pero lo que realmente han conseguido de esta manera los líderes de ambos partidos, es decir, haciendo creer que asumen rígidos criterios de austeridad cuando en realidad no los van a ser, ha sido comportarse como verdaderos trileros porque mientras llamaban la atención sobre el debate del techo presupuestario lo que estaban haciendo era incluir, sin apenas comentarlo públicamente, un nuevo precepto en la Constitución que da "prioridad absoluta" al pago de la deuda y los intereses frente a cualquier otro compromiso de pago del Estado.

Es decir, los parlamentarios del Partido Popular y del PSOE están dispuestos a aprobar sin recurrir al referéndum que permitiera que el pueblo se pronuncie al respecto que si en algún momento faltaran ingresos se dejarían de pagar los servicios más básicos del Estado para hacer frente antes que nada a los compromisos de la deuda.

Esta es, pues, la auténtica clave de la reforma. Una concesión vergonzosa a los poderes financieros que es muy grave por cuanto que supone una cesión de la soberana capacidad de decisión del pueblo español para determinar en un momento dado la prioridad que quisiera darle a sus compromisos de financiación.

En mi opinión, quienes promueven esta medida siguiendo el mandato de intereses extranjeros están traicionando a los intereses nacionales y al impedir que el pueblo español, que es el verdadero poder constituyente que podría cambiar con legitimidad la Constitución, se pronuncie sobre una cuestión tan fundamental están prostituyendo la Carta Magna y convirtiéndola en papel mojado para quienes de verdad asuman los principios del constitucionalismo democrático. Como acaba de señalar claramente Rubén Martínez Dalmau en su artículo ¿Quién puede reformar legítimamente una Constitución democrática?

"Cualquier modificación de la Constitución por parte de un órgano que no es el poder constituyente, aunque sea legal -también autoritarismos y fascismos se han fundamentado en la legalidad- no es otra cosa que la apropiación de la soberanía popular por un órgano ajeno al pueblo; es decir, el fin del constitucionalismo democrático (...)
Si la Constitución no es otra cosa que la voluntad del poder constituyente, la respuesta a esta pregunta, desde el constitucionalismo democrático, no puede ser otra: sólo el pueblo puede modificar legítimamente su Constitución. Lo contrario es negar la naturaleza de la legitimidad del sistema democrático en el que creemos vivir. Si la Constitución queda en manos de otras personas -gobiernos, mayorías en los parlamentos, reyes.-podremos hablar de otra legitimidad del poder político, de democracias más o menos limitadas, de decisiones mayor o menormente acordadas. pero nunca de constitucionalismo democrático".

La alternativa, Asamblea Constituyente

Frente al engaño con que se quiere llevar a cabo esta reforma ilegítima de la Constitución que además puede comportar en el futuro un grave daño para los intereses de la nación no cabe otra alternativa, como también indica Rubén Martínez, que activar un nuevo poder constituyente que elabore una nueva Constitución en una nueva Asamblea, un horizonte que me parece fundamental que asuman los movimientos que giran en torno al 15-M y, en general, todas las personas sin distinción de ideologías o posiciones políticas que deseen vivir en una verdadera democracia.
Artículo completo en http://www.juantorreslopez.com/.

ESTÁ PASANDO

http://www.youtube.com/watch?v=HvvtG2JXwiI