SOBRE LA COMARCA (DÓNDE ESTÁ PICOS II)
En el primer artículo, publicado en el
número anterior de esta revista, exponía la situación creada por la Junta de
Castiga a León cuando en 1994 decidió declarar como Parque Regional la Montaña
de Riaño y la del Porma, y les puso falsamente el nombre de Picos de Europa. Afirmaba
que no hay más Picos en León que Sajambre y Valdeón. Explicaba (o lo intentaba)
el cambio fundamental que introduce la nueva Ley de Patrimonio Natural, al
dejar Valdeón y Sajambre fuera del Parque Regional. Contaba que, tras esa
modificación, el Regional se queda sin un solo centímetro de Picos de Europa,
con lo que el cambio de nombre resulta ahora imperativo. Proponía el nombre de
Parque Regional de la Montaña de Riaño y Mampodre y me comprometía a dar no
menos de 10 argumentos para defender mi postura.
Pero para ello, necesito primero hacer una
reflexión sobre nuestra comarca; qué es ser
comarca, porqué es importante ser comarca
y dónde está (si es que aún está en alguna parte) la Comarca. Esto me ayudará a
intentar explicar diferencias y coincidencias entre la Montaña Oriental, los
Picos de Europa y la Montaña de Riaño. A ello dedicaré este artículo; así que, señores,
vamos allá.
Recuerdo, a mediados de los 80, cuando se hablaba
de “la desarticulación de la Comarca” como
una de las peores consecuencias de la ejecución del pantano de Riaño. Aquello
sonaba abstracto para mucha gente. Hoy, si hiciéramos una encuesta sobre qué es
y dónde está la Comarca, sería casi imposible encontrar unanimidad en las
respuestas. Ese es uno de nuestros problemas más graves: nuestra desubicación
territorial. Puede parecer un simplismo, pero es evidente que para decidir hacia
dónde vamos, lo primero que hay que saber es quiénes somos y dónde
estamos.
En principio, la Real Academia de la Lengua
define comarca como una “división del
territorio que comprende varias poblaciones”. Luego dándole la vuelta a la
frase podemos definir comarca como “varias poblaciones que comparten territorio”.
Compartir territorio implica también tener clima e historia similares, repito,
similares. Una comarca suele también compartir economía, lo cual casi siempre
significa compartir problemas; no olviden ese concepto, “compartir problemas”,
porque fue determinante en el proceso de los derribos. Con todo eso junto, una
comarca acaba compartiendo también cultura, costumbres y lo que pone nombre a
todas esas cosas: el habla.
Yo me atrevo a añadir que una comarca debe ser
operativa, es decir, debe servir para algo ser comarca. Es fundamental también
que la comarca sea reconocida como tal desde el exterior, esto es, yo me puedo
cansar de decir que Prioro es Picos de Europa (como hizo Silván la vez que
estuvo), y engañaré a algunos, pero es una mentira que no puede durar siempre,
por la sencilla razón de que todo el que sabe lo que son los Picos de Europa
sabe que Prioro no es de los Picos de Europa (ni necesita serlo, tiene atractivos
de sobra). Por último, para que exista comarca,
debe existir por parte de sus ciudadanos un sentimiento de pertenencia a
ella (algo que a nosotros nos falta). La administración no puede inventase
comarcas contra el sentimiento de sus ciudadanos (lo que hizo la Junta con las
DOT) ni contra la realidad (como han hecho con el nombre de Picos de Europa),
ni los ciudadanos pueden inventarse comarcas o países a su antojo.
Sabemos
que muchos de los estados más desarrollados del mundo organizan su territorio
por comarcas: los Districts en
Inglaterra, los Landkreis alemanes,
los Counties irlandeses o
estadounidenses. ¿Pero por qué es importante “ser” comarca? ¿Qué se gana
“siendo” comarca? En principio, ser comarca
nos hace más fuertes. Siempre tendrá mayor repercusión una petición que venga
de una comarca entera que una que parta de un solo ayuntamiento. Para hacer
fuerza y preocupar de verdad a los que mandan (León, Valladolid, Madrid y
Bruselas) una comarca debe tener una extensión y/o una población respetables.
Ahí encontramos una de las finalidades principales de ser comarca: la
posibilidad de luchar juntos ante problemas comunes; y dos factores limitantes
a la hora de ser comarca: la extensión y el número de población.
Aparte de hacernos más fuertes, una ordenación
territorial por comarcas sirve para prestar más y mejores servicios. Esto se
hace especialmente relevante en zonas rurales de montaña. Cuando tienes la gente
dispersa por un territorio amplio, difícil y alejado de zonas pobladas y
capitales, no queda otra que concentrar servicios en lugares estratégicos. Entiendo
que mi calidad de vida mejora si a una distancia razonable tengo un
supermercado, un polideportivo, un taller, o un sitio con un poco de ambiente
donde tomarme una copa. Por motivos evidentes, cuando hablamos de localidades
muy pequeñas, no puede haber un instituto, un cine, una farmacia o un hospital en
cada pueblo. Todos ellos son servicios que se suelen prestar si hay un centro
comarcal fuerte. Y si no hay un centro comarcal fuerte, simplemente no se
prestan, y hay que ir a buscar esos servicios muchísimo más lejos. No lo digo
yo sólo, lo dicen las DOT de la Junta: “Las cabeceras son centros de prestación
de servicios y de dinamización de los espacios rurales”. Se impone, por tanto,
elegir una localidad que haga de motor y eje, o sea, de cabecera comarcal. Y
ahí es donde viene el lío. ¿Por qué ese pueblo sí y el mío no? El lío es
bastante gratuito porque en una zona de montaña el centro comarcal lo impone la
naturaleza. El asunto es bien simple: dónde se juntan los ríos, allí está el
centro. Eso no convierte a nadie en más listo o en más tonto que otro, ni es
mérito ni demérito de nadie. Es una casualidad geográfica; como ser guapo o feo
es una casualidad genética. Lo cierto es que una cabecera comarcal debe ser
operativa, y para ser operativa debe estar, si puede ser, en mitá el medio.
Nunca
fui tan consciente de esto como durante los dos años que viví en Cangas del
Narcea. “En el medio de mil montañas, que
se elevan alrededor, en el medio se encuentra Cangas, como un nido de
ruiseñor”, dice el himno del pueblo. El
mayor concejo de Asturias; cerca de dos horas de viaje a Oviedo en sus mejores tiempos;
cincuenta y cuatro parroquias, casi doscientos lugares entre aldeas y caseríos
desperdigados por una geografía imposible: ni fondos de valle ni una hectárea
llana. Y en el medio Cangas del Narcea. Con todos los servicios que usted pueda
imaginar; entre otras cosas un hospital comarcal en el que trabajaban trescientas
personas. Siempre pensé en lo que sería del concejo sin Cangas, en lo que
hubiese sido de aquella comarca con Cangas borrado del mapa.
— ¿Pero no podrían poner la cabecera en otro sitio?
— Lo sentimos caballero, es que no “hay” otro sitio.
Eso
sí, Cangas entendía perfectamente su papel de cabecera comarcal. Allí no oías
gilipolleces de esas de “ya vienen los de los pueblos”. Los jueves había
mercado y Cangas ponía una alfombra roja a toda la gente que bajaba de aquellas
montañas. La comarca sabía que no era nada sin Cangas, pero Cangas sabía que no
era nada sin su comarca. En realidad no hace falta ir tan lejos, piensen en
Liébana y ahora imagínenla con un pantano en medio que tapara Potes. ¿Se podría
encontrar otra cabecera comarcal? Quizá sí, pero todo sería más complicado para
ellos.
Hasta
aquí la teoría, pero la práctica es mucho más difícil. En España la ordenación
territorial (el arma principal para prevenir las ocurrencias de los políticos) sigue
siendo una asignatura pendiente y casi ninguna comunidad autónoma tiene una
organización comarcal oficial. Es más, las comarcas históricas tienen a veces
vocación transfronteriza y no respetan ni los límites provinciales (la Mancha,
la Alcarria, la Rioja, Tierra de Campos). Quizás por eso ni el Estado ni las autonomías
se han atrevido a articular el territorio en comarcas. Por eso y por la
dificultad enorme que supone establecer en cada caso donde empieza y dónde
acaba una comarca. No todos los casos son tan redondos como el de Liébana.
En nuestra zona el territorio es enorme y
difícil; los límites comarcales histórica y geográficamente no están nada
claros; los valles son muchos y diversos (recuerden esa palabra), la Junta
lleva décadas jugando deliberadamente a la confusión territorial, y el asunto
incluye aspectos en los que pesan tanto lo emocional y lo afectivo como lo geográfico.
La opinión de cada uno está condicionada no sólo por el sitio donde nació o
reside; sino también por vivencias personales que nos hacen considerar más
comarca unos lugares que otros, dependiendo de por dónde vayan nuestras
costumbres y nuestros afectos. Es normal que una persona que vive en un valle
considere primero como comarca a los pueblos de su valle y después a los de los
valles que rodean al suyo. Es lógico que a una persona de Valdeburón le cueste
percibir a alguien del valle del Tuéjar como de su misma comarca. Muchos de las
valles que conforman la Montaña Oriental tendrían entidad suficiente para ser
comarcas por sí mismos, el único requisito que les falta es población. La
Montaña Oriental Leonesa (sobre todo en la parte norte) tiene una vocación
natural centrífuga, de escapismo hacia afuera, y tras la desaparición del viejo
Riaño muchísimo más: Tierra de la Reina bascula hacia Potes y Guardo, Sajambre
hacia Cangas, Valdeburón hacia Asturias y el Porma, el Alto Cea hacia Palencia,
etc. Yo, ante tanta duda, lo que hago es agarrarme a las pocas certezas que
tengo como a clavo ardiendo.
Históricamente, el espacio que hoy ocupa la Montaña Oriental, desde La
Ercina hasta Sajambre, tiene ya un antecedente comarcal en el territorio de
Vadinia y en sus habitantes, los Vadinienses (Primera certeza). Vadinia ocupaba
el extremo suroccidental de la Cantabria prerromana y los Vadinienses eran una
de las once tribus cántabras; por lo tanto, me atrevo a entender Vadinia como
una de las once “comarcas” cántabras. Lo que es seguro es que los Vadinienses
tenían mucho más sentimiento de pertenencia a un territorio común que nosotros.
Lo ponían en sus lápidas: “Aquí yace Amparamio, vadiniense… “¿Qué pondríamos
hoy, 2000 años después? ¿“Aquí yace Bartolo, el más gallo del barrio de Abajo”?
Hemos evolucionado muy poco y para mal. Los Vadinienses lucharon contra los
romanos y perdieron, pero perviven hasta el siglo IV.
Desde el siglo IV hasta el XIX se pierde toda traza de organización
comarcal. Historiadores de prestigio tenemos en la Comarca y en la Revista que
pueden explicar mucho mejor que yo lo que pasó durante ese largo y oscuro tiempo.
Desde el siglo IV al VIII pertenecimos a Cantabria y del VIII al XIX la comarca
está dividida en señoríos y gestionada desde lugares lejanos que nada tienen
que ver con nosotros (eso ha cambiado poco); lo único parecido a una agrupación
territorial elegida por hombres “libres” fue la Merindad de Valdeburón.
En 1812 viene la Constitución de
Cádiz y por primera vez se plantea la necesidad de una ordenación territorial
del Estado. Nacen las provincias, las diputaciones, los ayuntamientos y los
partidos judiciales como primer ensayo de ordenación por comarcas. En esa época
hay un episodio clave en nuestra historia porque la primera cabeza del Partido
Judicial que se plantea es Burón, pero el pueblo renuncia a ello porque temían
perder los derechos que les correspondían tradicionalmente como cabecera de la
Merindad. Finalmente en 1836 se decreta el Partido Judicial de Riaño en
detrimento de Burón. Segunda certeza. La primera figura oficial de ordenación
comarcal que nos encontramos en nuestra historia incluía según el diccionario
geográfica de Madoz (1845) estos ayuntamientos: Acebedo, Boca, Burón, Cistierna,
Lillo, Morgovejo, Oseja, Portilla, Posada, Prado, Prioro, Renedo, Reyero,
Riaño, Salomón, Vegamián y
Villayandre.
Ser
cabecera de partido judicial era mucho más que tener los juzgados. Toda la documentación, testamentos,
contratos, ventas, donaciones, propiedades, etc., de Puente Almuhey y Cistierna
para arriba eran registrados por notarios y escribanos desde Riaño; la cartería
se recibía y emitía allí, y lo mismo para el dinero (la primera oficina de
España del Banco de Santander, fuera de Santander, fue la de Riaño). Pero Riaño
no llevaba sólo el papeleo. El comercio y las relaciones entre pueblos y
personas del Partido Judicial se desarrollaban allí; se celebraba mercado todos
los sábados (Madoz); la carretería de la madera que venía de Sajambre, Valdeón
y Valdeburón hacia el sur pasaban por allí en su mayoría; las cañadas que
venían de Prioro por el Pando hacia el norte; los caminos nuevos y los viejos
se cruzaban allí. Riaño ejerció de cabecera comarcal prácticamente durante dos
siglos. El Partido Judicial establecía con bastante exactitud cuál era el
ámbito de la Comarca, y con esa ordenación territorial llegamos al año 1963, con bastante
éxito, por cierto, porque en aquel momento la Montaña de Riaño tenía unos
estándares de vida superiores al resto de la España rural del momento.
En
1963 echa a andar el proyecto del pantano de Riaño y poco después viene el traslado de cabecera comarcal de
Riaño a Cistierna. El centro de servicios se alejó del eje central del
territorio. A la vez, ocurrió algo menos visible pero igual de grave: dejamos
de compartir problemas. Ya no éramos comarca. Mientras unos se enfrentaban a
las expropiaciones y a marcharse con dignidad, otros afrontaban la
incertidumbre de quedarse con toda la zona central del territorio ocupada por
un charco.
Es
en esos tiempos cuando empieza a oírse el nombre de Montaña Oriental Leonesa, un término que acuñó más que nadie el
periodismo provincial. Se ve que les daba pudor llamarnos Montaña de Cistierna
con Riaño todavía vivo. Lo cierto es que el término Montaña Oriental se va
aceptando con el tiempo y queda consolidado en 1983 con la ley orgánica que
determina que la adjudicación de los puestos de Diputados Provinciales
se hará por Partidos Judiciales. Nos encontramos con un territorio que elige
(de cómo se elige mejor hablamos otro día) a una persona para que le represente
en un organismo de gobierno público. Esto redondea la figura del Partido
Judicial como entidad comarcal, como Comarca. Al diputado del partido de
Cistierna, por el motivo que sea, se le empieza a llamar automáticamente
diputado de la Montaña Oriental. El actual partido judicial de Cistierna
incluye casi lo mismo que en tiempos de Madoz: Acebedo, Boca, Burón, Cistierna,
Crémenes, La Ercina, Maraña, Oseja, Posada, Prado, Prioro, Lillo, Reyero,
Riaño, Sabero y Valderrueda. Algunos añaden a la Montaña Oriental Boñar, aunque
pertenece al partido judicial de León. Yo tengo mis dudas sobre Boñar, Reyero y
Lillo, ya que pienso que la estación de san Isidro y su cercanía a León y al
superpoblado Ocho Asturiano les pone en una coyuntura muy distinta a la
nuestra; pero si ellos se consideran de la Montaña Oriental para mí también lo
son. De lo que no tengo ninguna duda (Tercera certeza) es que desde las vías
del ferrocarril de la Feve hasta Caín y desde el puerto de las Señales al
Espigüete estamos en la Montaña Oriental Leonesa.
En 1987 llega el cierre del pantano y a
partir de ahí se hace evidente la temida “desarticulación de la Comarca”. El
valle del Cea y el del Esla quedan prácticamente incomunicados por el norte y
la ruta Prioro-Riaño, que antes del pantano era un paseo, se convierte en un
viaje. En el valle del Esla el propio muro del pantano crea una barrera
sicológica que se repite como un mantra: “de la presa parriba y de la presa pabajo”.
En la zona superior del Valle, el
eje Valdeburón-Riaño-Tierra de la Reina que antes se articulaba con 5 rectas,
hoy nos “regala” tropocientasmil curvas y convierte en tortura lo que antes era
un placer. El Nuevo Riaño, además, se plantea erróneamente como un centro de
caza y descanso para ricachones más que como la cabecera comarcal de una zona
rural.
A finales de los 80 la Junta de Castilla y
León hace un ensayo
de comarcalización y lanza un guante a los ayuntamientos para que libremente se
unan en mancomunidades. El Porma renuncia a crear mancomunidad. En el sur de la
Montaña Oriental se crea la Mancomunidad de Municipios Alto Esla-Cea. El norte se
agrupa en la Mancomunidad de Municipios “Montaña de Riaño”. Sé que la
Mancomunidad se percibe hoy como un simple servicio de recogida de basuras, pero
en su momento se planteó como un ensayo para articular la Comunidad en comarcas;
finalmente sólo el Bierzo alcanzó el reconocimiento oficial como comarca (los
que respiráis leonesista adivinaréis fácilmente porqué).
Lo
realmente importante, para lo que nos ocupa, es que nuestros representantes elegidos
democráticamente se agruparon libre y voluntariamente y decidieron un nombre para
un territorio: Montaña de Riaño. Nadie nos lo impuso, lo elegimos nosotros, y
eso para mí, como internacionalista y defensor de que cada tierra sea lo que
quiera ser, tiene una validez total. Para el que dude, la fecha de boletín es
21 de agosto de 1990. Las palabras “libre” y “voluntariamente” están por todas
partes. Con eso llego a mi Cuarta certeza. Montaña de Riaño: Ayuntamientos de
Acebedo, Boca, Burón, Crémenes, Maraña, Oseja, Posada, Prioro y Riaño.
Es cierto que pertenecer a la misma
mancomunidad no nos convierte automáticamente en comarca, pero ha sido el único
paso territorial que se ha dado con el consenso de todas las partes interesadas.
Para mí el único acierto territorial que hemos tenido desde el día funesto en
que se cerró la presa.
La conclusión es que hoy tenemos una comarca
dividida en tres pedazos, de difícil tránsito entre ellos, con varios nombres
que se solapan y articulada por tres “cabeceras”: Riaño, Cistierna y Puente
Almuhey (a menudo olvidado pero importantísimo en el organigrama de la
Comarca). Nos corresponde a todos defender los servicios que quedan en esos
tres pueblos como si fueran del nuestro propio. ¿Quiere eso decir que los demás
pueblos no son importantes? Para nada. Los ayuntamientos que articulan sus
valles son importantísimos y todos esos pueblos cabeceros donde nace el río y
muere la carretera (Tejerina, Caminayo, Maraña, Remolina, Casasuertes, Lois y
un larguísimo etcétera) son los que dan a nuestra comarca su carácter único y
singular. Son, por lo tanto, imprescindibles.
Con estos mimbres haga cada cual su propio
cesto. Quede claro que a nivel particular cada uno tiene derecho a sentirse de
donde le dé la real gana. A mí me sirven por igual las denominaciones Montaña
Oriental y Montaña de Riaño, porque tan sugerentes me resultan los valles del
Norte como ese piedemonte pegado al ferrocarril que se llevaba en el mismo tren
a nuestra gente y a nuestro carbón; pero hay un nivel oficial que sirve
precisamente para evitar las interpretaciones personales. En ese sentido
dijimos al principio que ni la gente ni las administraciones pueden inventarse
comarcas a su antojo, que hace falta un consenso por todas las partes y que se
necesita un reconocimiento desde el exterior para que un nombre sea real; pues
aquí viene mi Quinta certeza. La Junta de Castilla y León se ha inventado
unilateralmente que toda la Montaña de Riaño y la del Porma son Picos de
Europa, cosa que es absolutamente falsa. A explicar esto con detalle y a alguna
cosa más dedicaré el tercer artículo. Mientras tanto, salud. Y más que nunca,
gracias por su tiempo.
“Los Hobbits son
un pueblo sencillo y muy antiguo, más numerosos en tiempos remotos que en la
actualidad. Amaban la paz, la tranquilidad y el cultivo de la buena tierra, y
no había para ellos paraje mejor que un campo bien aprovechado y bien
ordenado... Desde las fronteras del oeste hasta el puente del Brandivino había unas cuarenta leguas y casi
cincuenta desde los páramos del norte hasta los pantanos del sur. Los Hobbits
denominaron a estas tierras La Comarca”. J.R.R.Tolkien