20/09/2009
Avanza septiembre entre fogaratas forestales causadas por facinerosos a los que nunca pillan. El verano va de capa caída pero la fauna recupera pálpitos primaverales y entra en celillo. Los pájaros han terminado la muda del plumaje y, engordados por la plétora de moras, arándanos, uvas e higos, vuelven a cantar. Lo hace, vigoroso, el ruiseñor bastardo, el chíquili-chíquili que, entre las paleras, sorprende al pescador que tienta al lucio en las badinas con los señuelos blancos que imitan al alburno. Los jilgueros desgranan trinos sobre los cardos corredores y, en el tejado, el colirrojo tizón, llamado carbonera en León, suelta su canto que recuerda el ruido de un papel estrujado. En el llano, por la rastrojera agostada en un estío de secarro, la alondra sube al cielo entre gorgoritos musicales y cristalinos. Incluso en la montaña, el amenazado macho de urogallo cantábrico, vuelve a presentarse al amanecer por el cantadero y encadena las estrofas de su misterioso son: el castañueleo, la seguidilla y el taponazo. No vendrán gallinas a requerirlo de amores pero nuestro faisán del monte expresa así el vigor de una raza que soportará los rigores de las nevadas.
Mientras, las aves estivales vuelan hacia sus cuarteles de África, refugio de ruiseñores, oropéndolas, golondrinas, lavanderas boyeras, papamoscas cerrojillos -los ala caída, que ahora pululan en las choperas- y escribanos hortelanos. En las cuerdas de Lechada, Guspiada, Misón y otros valles de la Montaña de Riaño, los ciervos ya están en berrea. Enormes venados, de cornamenta enhiesta, grueso cuello y testosterona por las nubes, encorren y se hacen con harenes de hembras, tras feroz competencia y lucha a topetazos. Si la especie humana manifestase así sus ganas de coyunda, no quedaría varón sano y las discotecas y bares musicales del Húmedo serían un aluche de cojones calientes y pichabravas. Maromos y chavalas caen en celillo, como los bichos.
Diario de León 20-9-2009
Mientras, las aves estivales vuelan hacia sus cuarteles de África, refugio de ruiseñores, oropéndolas, golondrinas, lavanderas boyeras, papamoscas cerrojillos -los ala caída, que ahora pululan en las choperas- y escribanos hortelanos. En las cuerdas de Lechada, Guspiada, Misón y otros valles de la Montaña de Riaño, los ciervos ya están en berrea. Enormes venados, de cornamenta enhiesta, grueso cuello y testosterona por las nubes, encorren y se hacen con harenes de hembras, tras feroz competencia y lucha a topetazos. Si la especie humana manifestase así sus ganas de coyunda, no quedaría varón sano y las discotecas y bares musicales del Húmedo serían un aluche de cojones calientes y pichabravas. Maromos y chavalas caen en celillo, como los bichos.
Diario de León 20-9-2009
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