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25 enero, 2012

¿PERO ERA UNA GUERRA?

¿Pero era una guerra?
25 enero 2012
rosamariaartal.com

Hacedme el favor primero de pinchar en el enlace del Telediario, en el minuto 6,40, escucharéis decir a Olivier Blanchard, economista jefe del FMI que “reducir la deuda es un maratón, no un sprint” y añadir esta escalofriante frase: “Es útil recordar que llevó dos décadas recuperar los niveles que dejó la segunda guerra mundial. Ahora, llevará lo mismo o más”.

Yo esta guerra me la he perdido. No sus consecuencias devastadoras, pero sí los parámetros que deben regir según el derecho internacional un acontecimiento de estas dimensiones. No sé cuándo se practicó la declaración de guerra, apenas hay partes diario de su desarrollo, casi no sabemos ni quienes son los contendientes.

Deduzco por el desarrollo de los acontecimientos que las hostilidades las inició el poder económico contra el conjunto de la sociedad. Es decir que esta guerra comenzó el 15 de Septiembre de 2008 con el derrumbe de Lehman Brothers y la cascada de quiebras o apuros que se extendieron por todo el mundo, debido a infames prácticas empresariales. Reflotar a todos ellos a ambos lados del Atlántico –excepto a Lehman Brothers- se llevó una ingente cantidad de dinero público que se detrajo de otros objetivos y se sitúa como parte fundamental de la famosa deuda de los países. En aquel momento, los políticos hablaron de “refundar” el capitalismo y de establecer controles a los desmanes financieros. Aquellos días la lucha parecía más o menos equilibrada, nuestros representantes parecían dispuestos a defendernos.

Pero los políticos sucumbieron, en unos casos porque ideológicamente formaban parte del golpe, en otros porque fueron sometidos (no parece que con gran oposición en el caso de los socialdemócratas en particular el PSOE español). El bando agresor se engrosó. Estábamos perdidos. Y nadie oficialmente nos dio cuenta de ello.

Tres años largos de conflicto han cercenado multitud de derechos y degradado las condiciones de vida de gran parte del bando agredido. Lo peor es que muchos no son conscientes de su condición. Ellos siguen mirando la tele y comiendo sopa boba, más aún, van entregando voluntariamente sus pertenencias y hasta sus víveres. Ayer me quedé muy preocupada al ver el mercado del barrio vacío, a los tenderos mirándome con ganas de cazarme a lazo, y la confirmación: sí, la gente se está quitando de comer. Sin una gota de sangre, salvo la que se escapa toda en las víctimas mortales de lo que llaman crisis.

A día de hoy el mismo FMI –que parece ser uno de los organismos más enterados del conflicto- pronostica para la España regida por el PP y sus ajustes de bombardeo insonoro, dos años de recesión por lo menos, con una caída de la economía del 1,7 solo el primer año. Nos avanza los resultados de la batalla diaria. El Banco de España le añade una cifra de parados de 6 millones de personas. Ellos están organizados.

“Es útil recordar que llevó dos décadas recuperar los niveles que dejó la segunda guerra mundial. Ahora, llevará lo mismo o más”, os recuerdo dice Olivier Blanchard, economista jefe del FMI. Terrible afirmación y nada lejana de la realidad, pero ¿sabemos siquiera si la guerra ha terminado? Porque de la Segunda, surgida tras un crack financiero similar a éste y al consecuente estallido de los fascismos (que hoy ya apuntan), se salió con políticas radicalmente diferentes a las que ahora se aplican. Expansivas, keynesianas.

Es de señalar la carta que en aquellos trágicos momentos, envió Keynes, el fundador del capitalismo moderno y algo más humano, al presidente de los EEUU Franklin D. Roosevelt: “Usted acaba de convertirse en fideicomisario de aquellos que, en todos los países, tratan de arreglar los males de nuestra condición por medio del experimento razonado y dentro del marco del sistema social existente. Si fracasa, el cambio racional se verá gravemente perjudicado en todo el mundo y lo único que quedará será una batalla final entre la ortodoxia y la revolución”.

¿Dos décadas o más así? No sé si veré el final… de no cambiarlo. No sé cuál será el de mi hijo y los hijos de otros padres, pinta muy negro. Dice el ministro de economía español Luis De Guindos que si las medidas no funcionan –él afirma creer que sí, quien sabe de esto y abre los ojos sabe que no- sí se verán “afectados” los servicios públicos, sanidad, educación, pensiones… Han ganado.

Pero hubiera sido esencial que nos lo contaran. Saber que esto era una guerra para tomar seriamente posiciones, para exigir a los medios informativos que nos dieran el parte diario de los avances y retrocesos, de los derechos sociales que caían cada día. Para delimitar cuántos de los agredidos se han pasado al bando beligerante como cobayas sin futuro, con su desidia cómplice, para conocer, en definitiva, a qué nos enfrentamos y organizar nuestras estrategias de defensa. La ola no pasará como un mal viento. Es una guerra. Y van ganando.

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